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Representando menos de 1 % de la superficie mundial de las tierras emergidas, la Gran Región Caribe tiene una geografía singular, compuesta de territorios con características muy diversas, y de ecosistemas marinos únicos. La gran diversidad de esta región existe también a nivel político y jurídico, ya que está compuesta de territorios con estatutos muy diversos. Treinta naciones independientes, dieciséis territorios de alta-mar franceses, británicos, americanos o holandeses, con niveles de vida extremadamente variados. Sin embargo, estos territorios comparten su estrecha dependencia a sus ambientes marinos y costeros. De tal manera, la biodiversidad caribeña es la base para las comunidades humanas y para los territorios de esta región, ya que brinda subsistencia, pesca, agua, materiales, empleo, protección costera y bienestar a las poblaciones. Todos los grandes ecosistemas costeros están presentes: bosques litorales, arrecifes de coral y especies asociadas, praderas marinas, playas, manglares...
Estos ecosistemas y las poblaciones de especies que los componen se degradan a causa de las actividades humanas, y están ahora tan amenazados que la Gran Región Caribe cuenta con dos de los treinta y seis hotspots de biodiversidad mundial. No obstante, 70% de la población vive en las costas y depende directamente, en términos de protección y de recursos, de estos ecosistemas. Un cuarto de los recursos de pescado del planeta entero proviene directamente de los arrecifes de coral y de los manglares.
Esta biodiversidad única genera seis millones de empleos en el Caribe y contribuye con aproximadamente veinticinco mil millones de dólares anuales a su economía. Los arrecifes de coral contribuyen, solo ellos, con aproximadamente dos mil millones de euros por año y son esenciales para los sectores clave que son la pesca, el turismo y la protección costera.